Alimentos procesados, ¿aliados o enemigos?
- Hablar de Bienestar
- 6 may
- 5 Min. de lectura

Nos ha pasado a muchos. Estar en el supermercado, frente a un pasillo lleno de latas, paquetes y cosas en frascos. Algunos dicen "natural", otros "enriquecido", otros "listo en 3 minutos". ¿Qué elegir? ¿Son todos iguales? ¿Cuáles son saludables? ¿Valen la pena? Hoy vamos a hablar de los alimentos procesados sin demonizarlos ni endiosarlos, con datos claros y ejemplos de la vida real.
¿Qué es un alimento procesado?
Los alimentos procesados son un pilar de la dieta moderna, pero su consumo genera debates entre nutricionistas, ingenieros de alimentos y médicos. ¿Qué los define exactamente? ¿Son necesariamente dañinos? Aquí, intentamos hacer un análisis basado en evidencia científica, sin mitos ni simplificaciones.
Empecemos por lo básico: no todo lo que viene en un empaque es malo. Un alimento procesado es simplemente algo que ha sido modificado para que dure más, sepa mejor o sea más fácil de consumir.
Según la clasificación NOVA, los alimentos procesados son aquellos sometidos a métodos físicos, químicos o biológicos para prolongar su vida útil, mejorar su seguridad o modificar sus propiedades sensoriales (sabor, textura). A diferencia de los ultraprocesados, estos conservan una identidad reconocible: su ingrediente principal sigue siendo visible.
Estos procesos de dan de dos formas esenciales:
Los procesados tradicionales: Son los que los humanos hemos venido desarrollando a lo largo de nuestra historia.
- El queso: La leche fermentada y prensada que comemos hoy es el resultado de un procesamiento que tiene miles de años.
- El pan: Si alguna vez hicieron masa en casa, saben que no es solo "harina + agua". Hay levadura, sal, a veces azúcar o conservantes.
Los procesados industriales básicos: Son aquellos procesos que se vienen dando como parte del desarrollo industrial, como las conservas de atún o tomate. Esos productos envasados que guardamos en la despensa para emergencias.
O sea, procesar no es algo nuevo. Lo que pasa es que antes lo hacíamos en casa y ahora lo hace la industria alimentaria empleando técnicas validadas por décadas de investigación. Algunas son milenarias; otras, innovaciones del siglo XX.
A. Métodos físicos
Pasteurización (calor controlado): Elimina patógenos en leche o jugos sin destruir todos sus nutrientes. ¿Han visto la leche que no necesita refrigeración hasta que se abre? Eso es porque fue calentada a alta temperatura para matar bacterias. Lo mismo pasa con los enlatados.
Ultracongelación (-18°C o menos): Preserva vitaminas en vegetales o pescados mejor que el enlatado. Las verduras congeladas a veces tienen más vitaminas que las "frescas" del supermercado, porque se congelan justo después de cosecharlas.
Deshidratación (ej.: liofilización): Usada en sopas instantáneas o café, reduce peso y volumen. Se trata de quitar el agua de los productos.
B. Métodos químicos / biológicos
Fermentación: Transforma alimentos mediante microorganismos. Alimentos como el yogur, el vino y el pan. Aquí entran bacterias y hongos buenos que transforman el alimento. Sin ellos, no tendríamos cosas como el chocolate o el queso azul. Por ejemplo, el yogur con Lactobacillus.
Salazón / ahumado: Inhibe el crecimiento bacteriano en carnes o pescados, como el charqui o el bacalao salado. Técnicas antiguas que todavía se usan porque funcionan.
Pero ojo, no todos los procesos son iguales. No es lo mismo un tomate enlatado con solo agua y sal, que una salsa de tomate llena de azúcar y conservantes raros. El problema no es la industria en sí, sino cuándo se prioriza el dinero sobre la salud. Por ejemplo: ¿por qué algunos panes integrales tienen más azúcar que uno blanco? Porque vende más. Ahí es donde tenemos que estar atentos.
La industria alimentaria: ¿quiénes están detrás?
Detrás de cada lata, paquete o botella hay un equipo de gente que decide cómo se hace ese producto. Algunos son:
Ingenieros de alimentos: Ellos diseñan procesos seguros y eficientes. Definen cómo se va a producir algo a gran escala sin que se eche a perder.
Nutricionistas: Aseguran que los productos mantengan perfiles nutricionales adecuados. En las empresas serias, ellos revisan que el producto cumpla con la normativa de salud y nutrición.
Tecnólogos: Los que ajustan el sabor y la textura para que nos guste (a veces demasiado).
Microbiólogos: Controlan calidad e inocuidad (ej.: evitar Salmonella en huevos pasteurizados).
¿Son buenos o malos? Depende…
Vamos a ser justos: los procesados nos han salvado la vida en muchos sentidos. Gracias a ellos:
Tenemos comida segura (imaginen vivir sin leche pasteurizada).
Podemos almacenar alimentos por meses (útil en emergencias).
Hay opciones prácticas para quien no tiene tiempo (un atún en lata es mejor que saltarse una comida).
Beneficios comprobados:
Seguridad: La pasteurización de la leche redujo la tuberculosis bovina en el siglo XX (Lejeune & Rajala-Schultz, 2009).
Accesibilidad: Alimentos enlatados o congelados llevan nutrientes a zonas sin acceso a alimentos frescos, como ocurre con el consumo de pescado enlatado en regiones alejadas de la costa.
Nutrición práctica: Espinacas congeladas retienen más hierro que las "frescas" mal almacenadas (Rickman et al., 2007).
Riesgos potenciales:
Exceso de sodio/azúcar: Panes industriales o salsas embotelladas pueden contener hasta el 50% de la ingesta diaria recomendada por porción (OMS, 2021). Y muchas sopas instantáneas tienen más de la mitad de lo que deberíamos consumir en un día.
Pérdida de fibra/vitaminas: El refinado de harinas o zumos elimina nutrientes clave (ej.: harina blanca vs. integral).
Azúcar escondido: Hasta en el jamón de pavo o las salsas de tomate a veces lo agregan.
Aditivos innecesarios: Colorantes o saborizantes que hacen que queramos comer más y más.
Entonces, ¿qué hacemos?
El dilema moderno: procesado no es sinónimo de "malo". El problema no es el procesamiento per se, sino:
El grado: No es lo mismo consumir un yogur natural sin azúcar añadido que un yogur con jarabe de maíz y colorantes. Tampoco es lo mismo consumir garbanzos cocidos con sal y agua que hummus industrial con aceite de palma y glutamato monosódico.
El consumo proporcional: La dieta no debería depender en un 80% de procesados, pero incluirlos en un 20-30% es viable (Guía FAO/OMS).
Les dejo tres tips prácticos para no volverse locos:
Lean las etiquetas: Si un alimento tiene más de cinco ingredientes raros (nombres que no entendería su abuela), piénsenlo dos veces.
Prefieran los "procesados simples": Queso fresco en lugar de quesito procesado, tomate enlatado natural en vez de salsa lista.
No caigan en el extremismo: No es necesario volverse 100% "natural". Un cereal fortificado con hierro puede ser mejor que uno artesanal sin nutrientes añadidos.
Para cerrar
Los alimentos procesados no son villanos ni héroes. Son herramientas. Depende de nosotros usarlas bien: elegir los que suman a nuestra salud y dejar los que nos restan. Y, sobre todo, exigir a las empresas que nos den opciones honestas.
Referencias:
Monteiro, C. A. et al. (2019). Public Health Nutrition.
Rickman, J. C. et al. (2007). "Nutritional comparison of fresh, frozen and canned fruits and vegetables". Journal of the Science of Food and Agriculture.
OMS (2021). Directrices sobre sodio, potasio y azúcar.
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