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El plástico: un aliado que se volvió enemigo

  • Foto del escritor: Hablar de Bienestar
    Hablar de Bienestar
  • 3 mar
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 18 mar


Hace unos días, mientras paseaban por el gran parque cercano a su casa, Laura y su hijo vio algo que no pudo ignorar: bolsas plásticas y envases aparecían por el suelo y entre los jardines, justo en el camino que solían recorrer todos los días. Inclusive las piletas donde descansaban algunas aves estaba llena de desperdicios. No era la primera vez que veía algo así.


"¿Por qué hay tanto plástico por aquí?" se preguntó mientras tomaba la mano de su hijo intentando esquivar lo que estorbaba el paso. Mientras miraba ese plástico ya inútil, tirado en el piso y en los jardines, pensó en algo que, seguramente, muchos de nosotros hemos tenido en mente alguna vez: ¿realmente sabemos cuánto daño está causando el plástico en nuestro planeta?


Cada año más de 300 millones de toneladas de plástico se producen en el mundo, de las cuales aproximadamente 8 millones terminan en los océanos. Estas cifras no son solo estadísticas; son consecuencias directas de nuestro consumo desmedido de un material que, por su durabilidad, es tanto útil como perjudicial.


Para Laura, como para la mayoría, siempre fue algo simplemente práctico, algo en lo que no se piensa mucho. Compramos productos que vienen envueltos en plástico sin cuestionarlo demasiado; y luego de su uso al tacho de basura. Pero ese día, al ver las bolsas esparcidas por el parque, algo hizo clic en su mente. ¿Qué pasa con todo ese plástico una vez que ya lo usamos?


La respuesta no es tan simple. La mayoría de los plásticos no se descomponen de manera natural y su tiempo de degradación puede superar los 500 años. Durante ese tiempo, no solo afectan el paisaje, sino que también tienen un impacto devastador en la fauna y flora.


Los animales marinos y aves confunden los desechos plásticos con alimentos, lo que provoca la muerte de millones de ellos cada año. Las tortugas, los delfines, las aves y los peces son solo algunos de los seres afectados, y ese daño puede llegar a nuestras propias mesas, ya que los microplásticos han penetrado en la cadena alimentaria.

 

La preocupación de Laura no es algo aislado. Todos somos responsables, incluso cuando no lo parece. Las botellas de plástico, los empaques, los utensilios desechables: elementos que usamos por unos minutos pero que permanecen en el medio ambiente durante siglos. El plástico no solo contamina los océanos; también afecta los suelos, las aguas subterráneas y el aire, a medida que se descompone en fragmentos más pequeños.

 

Sin embargo, no todo está perdido. Hay acciones que podemos tomar.  El cambio comienza con pequeños gestos. Optar por productos con menos empaque plástico, llevar bolsas reutilizables al supermercado o elegir alternativas biodegradables, son pasos simples pero efectivos. Según la Fundación Ellen MacArthur, si seguimos produciendo y utilizando plástico a este ritmo, para 2050 habrá más plástico que peces en los océanos. Pero si logramos reducir el uso del plástico y mejorar los sistemas de reciclaje, podríamos evitar que eso ocurra.

 

El camino hacia un futuro sin plástico no es fácil, pero es posible si actuamos ahora. Como sociedad, podemos optar por educarnos, hacer cambios en nuestros hábitos diarios y exigir políticas que fomenten la reducción y el reciclaje del plástico. Al hacerlo, no solo estaremos cuidando el medio ambiente, sino que también le estaremos dejando un legado más limpio y saludable a las generaciones futuras.

 

Mientras Laura caminaba de regreso a casa con su hijo, pensaba en qué tipo de mundo quería que su hijo viviera. Un mundo donde los plásticos dominan el paisaje o un mundo más limpio, más verde y más saludable. La respuesta parecía clara. Y no está sola en este deseo. Todos podemos ser parte del cambio, si tomamos conciencia hoy.


 
 
 

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